Hoy es Navidad, y debería hacer un balance de las cosas buenas y malas de este año, pero, después de lo que pasó el lunes, todo eso, al menos, hoy, no me apetece contarlo.
El pasado lunes, extrañamente, quedaba con mis amigos a tomar un algo después de bastante meses sin vernos.
Hubo varios temas, sobre todo, el principal, el amigo que está en proceso de separación. Como yo sé más cosas que el resto de personas, me limité a escuchar y contar lo que ellos quería oir, sobre todo, porque el día anterior había hablado con él y sin decírmelo, me dijo que no contara nada más.
La fatalidad llegó a las 17: 22: un mensaje de un familiar me comunicaba el fallecimiento, para mi repentino, de una compañera de campamentos de tan solo 36 años. Sabía de su enfermedad, sabía que algo había superado, pero esta segunda vez, no pudo ser. Mientras mis amigos seguian hablando de sus cosas,de quedar no sé cuando, en mi mente solo pasaba por ir al tanatorio y estar allí,previo paso de tiempo del alcohol ingerido, poco la verdad.
Y allí que me fui: hablé con sus amigos, con su gente y en mi mente estaba mi compañera, más joven fallecida que ella y que yo deseo que se encontrara con ella, que la guiara donde quiera que estén las dos.
Es curioso, dos personas que no se conocen de nada, que yo las conozco a las dos, tengo la esperanza de que la una sea el nexo de unión de la otra, quizás misión imposible, no lo sé
Y también he pensado hoy en su familia, padres separados: no sé con que ganas se habrá levantado el uno y el otro y la hermana, y toda la comunidad donde ella residía.
El sábado, nuestro pequeño homenaje a a partir de las 19: 30, e intentaré recordarla tanto a mi compañera como a esta amiga de campamentos.
Se suele decir, pero hoy más que nunca, la vida, tiene que seguir...
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